Hay situaciones en la vida que
nos hacen dar un alto en el camino, decidir prioridades y actuar ¡La impavidez
en catástrofes naturales no nos la podemos permitir! El sismo de magnitud 7,8 en
la escala Richter que sacudía Ecuador es uno de esos sucesos impactantes que
nos hacen replantearnos lo que hasta ahora considerábamos importante y valioso.
Las imágenes son devastadoras, las
noticias son titulares que nos inducen a imaginar cómo queda una región después
de un acontecimiento de tal envergadura, pero no ¡La realidad lo supera con
creces! Incomunicados, sin comida, sin agua, sin electricidad pero corriendo por las venas el coraje de seguir hacia adelante.
Cualquier azote que nos de la
vida queda reducido a insignificante si lo comparamos con el miedo a un
fenómeno imparable y voraz como este. Sentir como crujen las imponentes edificaciones,
el vértigo que no parece tener fin, escuchar los gritos y lamentos de menos
afortunados que claman ayuda, viendo como quedan mutilados o pierden la vida,
tener conocimientos de los indefensos niños llorando hasta que dejan de hacerlo,
dejando el eco como respuesta, el olor a muerte envolviendo la atmósfera… y no
poder hacer nada por no tener medios suficientes… El que sobrevive ileso de
daño físico, lleva una herida abierta en el alma que será difícil de sanar.
Las nefastas adversidades sacan
lo bueno y lo malo de las personas… Es lamentable advertir de las violaciones y
saqueos que las mentes más retorcidas pueden cometer en un estado de shock
social… Pero a la vez da tranquilidad ver la pronta respuesta de voluntarios de
todas partes, dejan todo aparcado por prestar ayuda. La unidad entre todos por
salvar vidas, aliviar el dolor, llevar esperanza a quién está impotente a
merced de buenas personas y resistiendo cada segundo a la espera de ser librado
de los escombros. Estas personas tienen todo mi respeto, en sus miras solo
impera la bondad, el arrojo y el espíritu de sacrificio sin igual, llevan sus
límites al extremos porque cuando miran a su alrededor el calor, la sed, el
hambre, el cansancio desaparece ante el devastador escenario en el que se ha
convertido un país.
Cito textualmente la frase de un
médico voluntario “Hay que estar aquí para valorar un poquito más la vida” Creo
que las personas terriblizan en su rutina más de lo que deberían. Las víctimas
del terremoto de Ecuador sufren tanto dolor físico como psicológico a la mayor
escala inimaginable, aún así no desfallecen.
Luchan porque cada segundo que
late su corazón en el pecho es una victoria.
Porque creen en el ser humano y
en su espíritu de solidaridad.
Porque cada detalle que
aportemos, cada acción por ellos, es oxígeno a sus pulmones.
Porque no están solos, el mundo
entero está con Ecuador.
-Martha Ferrás-
Cuando la vida nos pone al límite, nos sorprendemos mostrando la fortaleza y lucidez que aguardaba en nuestro interior.
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