sábado, 13 de febrero de 2016

EXISTO Y TE AMO

Siento que he venido a este mundo, en este instante de tiempo, solo para amarte.

Él desconocía el momento exacto en el que se enamoró de ella, una niña con las mejillas muy rosadas y unos rizos en cascadas que era una delicia ver jugar al viento. De hecho no recuerda un pasado en el que no fuera su ilusión más perenne, la única razón por la que deseaba despertar cada día, ir al colegio y verla entre una multitud carente de interés para él.

Los prejuicios sociales acuñaban el abismo evidente entre ellos. Carlos, creció en las entrañas de la más cruda miseria, tanto económica como humana. Pero su corazón fue bendecido con grandeza y dotado de un mar de sentido común. Ana, nacida entre algodones, no conoció nunca la escasez en ningún concepto tangible.
Ambos fueron niños felices. Ella en su universo, inocente de su amor… Él, sabiéndose poseedor de un sentimiento que el mundo no entendía, la amaba en silencio, eso le bastaba para sonreír cada vez que la casualidad le regalaba un encuentro.

Mientras Ana iba a clases de piano y lenguas extranjeras, Carlos cargaba sacos de carbón a las cocinas altas de la ciudad. Necesitaba trabajar por el dinero que entregaba a sus padres y por el soplo de vida que le proporcionaba verla a hurtadillas.   

Una mañana amaneció triste y fría para ser verano. Carlos sintió vértigo y una sensación horrible en su estómago, no sabría descifrarlo porque nunca antes la había sufrido. Ana, se había marchado muy lejos para nunca volver… Él no pudo más que correr hasta que su cuerpo se rindió sin fuerzas ya, brotó de su alma halos de dolor, hasta dejarlo totalmente inconsciente.


Su despertar no solo fue físico, sino lúcido. No todo estaba perdido, seguía vivo… había esperanzas. Estudió y trabajó con metas muy claras, sabía lo que quería.

Los años pasaron, se marchó de aquel lugar vacío y oscuro para él. Su sacrificio le fue compensado en su vida laboral y su cuenta bancaria. Nunca más volvió a conocer ese amor, solo habitaba en sus recuerdos, su vida con respecto a las mujeres se volvió insulsa, carente de sentido.

Las largas jornadas eran una rutina que él desarrollaba hábil pero impávido… Aquella, se empeñaba en ser diferente, ese vértigo nuevamente que le dejaba el estómago encogido, no le abandonaba ni un segundo, solo recordaba haberlo sentido una sola vez.

Mirando hacia la nada, como solía hacer antes de una reunión más. Imponente, con las manos en los bolsillos, la luz del inmenso ventanal resaltaba su atractiva silueta, aún ensimismado, evocó algo en su interior, un latir, un olor, un sentir. El destino los reencontró en un curioso accidente casual.

Para ella fue amor a primera vista. Para él, volver a sonreír ilusionado de tenerla en frente, de saber que lo había conseguido… Por primera vez sentir ser el centro de atención en su campo visual.

Creo que cuando se desea algo con una intensidad lo suficientemente fuerte, nada impide que ocurra en el momento adecuado. Las casualidades puede que en realidad no existan y solo sea una maniobra perfectamente orquestada por el destino para llevar a cabo su misión desde el principio.

-Martha Ferrás-

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