Cuando abrimos nuestro
corazón a extraños que entran en nuestras vidas y se ganan nuestra confianza,
nuestro cariño…
Los hacemos nuestros amigos. Demuestran que están en los malos momentos, esos
que necesitamos unos brazos que nos sostengan, un silencio que nos comprenda,
un punto de vista que no vemos. En las buenas son los primeros en disfrutar el
baile en medio de la pista a ritmo de son
o chachachá.
¿Qué ocurre cuando esa
amistad era solo un espejismo? Cuando sabemos que fue manipulando y calculando
todas las acciones desde el principio con un interés determinado. Sufrimos una
funesta decepción, tan grande que produce un dolor incalculable, nos inunda de
una enorme tristeza y desasosiego que pensamos no pasará nunca, pero lo hará. La
opresión en el pecho se ocultará en una zona tan escondida de nuestro corazón
que casi podríamos llegar a olvidar.
El daño real ocurre por
la decepción que nos deja huella perenne en nuestra mente. Entregamos tanto
cuando tenemos un amigo, cuando decidimos confiar, que es casi letal si
elegimos mal. Creemos fehacientemente que no volveremos a confiar en nadie, que
las personas tienen su lado de maldad más desarrollado de lo que debería. Nos emitimos
juicios tortuosos, nos enfadamos con nosotros mismo por no ser más intuitivos…
Lo peor de las
amistades erradas es que no dejan de emitir señales que nuestro subconsciente
recibe al instante. Pero nuestro consciente está tan a gusto con esa falsa amistad
que decide hacer caso omiso a sus alertas. Entonces llego a una conclusión
referente a este tipo de relaciones: Somos los únicos culpables en las
amistades erradas, elegimos confiar y auto-engañarnos a pesar de las advertencias
de nuestro yo.
Somos seres
intuitivos, tenemos un subconsciente capaz de saberlo todo al instante, es decisión
nuestra confiar en nosotros mismos o no. No deberíamos cerrarnos a la amistad,
a confiar…
Es algo hermoso y necesario para nuestra salud mental, siempre y cuando sea
nuestro yo interior quién elija y nunca al revés.
-Martha
Ferrás-
La amistad es una dicha, es hermosa... No la contaminemos.
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